Finisterre cape

No hay nada peor que un merluzo que se cree o se las da de tiburón, y más si es un Feíto del Atlántico y no un Bonito del Norte. Ah!, ¿y lo mismo sería si en lugar de merluzo fuese un besugo?, pues sí. Porque hay cosas de besugo que de tanto decirlas acabas con la boca de un merluzo, y viceversa. Y es que cada 8 años -dos períodos de mandato- ocho millones de toneladas de plásticos -de Mm, mierda moderna, con perdón, y a millón de toneladas por año, más black imposible- van a parar al mar, y eso tiene que notarse, eso tiene sus consecuencias. Aunque entre "M" y "m" aparezca una "B" de bici, como podéis ver en esta foto anfibia. Porque de tanto comer Mm, las sardinillas acaban creyéndose atunes -no rojos, claro-, es el llamado síndrome de la aleta envidiosa. Algo así como aquella cosa de la envidia del pene

-órgano anfibio donde los haya- que en el presente caso sería la envidia de la "t", cuya superación depende de la cantidad de abdominales que dediques para convertir una aleta en un/a atleta, o bien del número de limones que huelas entre abdominal y abdominal (Mariló, con M, dixit). Así las cosas, en este tiempo que nos ha tocado vivir, donde triunfa el amor a hostias y las paellas de deconstrucción -la Mm de las seducciones- quién no echa en falta al salvapatrias, alguien que, como un salvamanteles, proteja a la ciudadanía de sus propias babas?. Sí, héroes de capa y espada; o por lo menos de capa, si es que la espada no es de naturaleza anfibia. Héroes, que escalando las más altas cotas de la deconstrucción y la miseria, escriban sus memorias como una lucha propia y hagan palidecer al personal de pura endivia anfibia. Y ya que estamos, festejemos, pues, el entierro de la sardina. Granota news, Finisterre cape.

Tranqui, que la capa aguanta.