divendres, 21 de febrer del 2020

Mariano


Havia rebut les partitures. Les va fullejar. Les va llegir al piano. Sabia que alguna cosa se li escapava. La seua cosina li deia, en la carta que hi va afegir, que en Frederic, Frederic Chopin, estava canviant l'escriptura pianística, que desprès del que ell i el Franz Liszt n'estaven fent als seus concerts parisencs, la música ja no tornaria a ser el mateix. Que no era només una demostració d'un virtuosisme mai conegut, sinó que aquella escriptura començava a intentar representar el que fins ara, tot i ser un element essencial de la música, encara no havia pres una forma gràfica adient, el timbre, el color musical. Perquè aquelles textures, aquelles disposicions dels elements harmònics i melòdics no podien llegir-se amb els mateixos dits amb que es llegien els contrapunts de Bach o les passions de Beethoven; de fet, Mozart va albirar, perdut entre algunes de les seues més desoladores frases, aquest nou món on els sons tenien identitat pròpia més enllà del fet temporal. Va eixir del jardí sense adonar-se, capficat com era en aquests pensaments. I distret com era, va dirigir el seu abstret pensament i caminar cap a la terrassa del Cafè. Va demanar la premsa i un nuvolet. Mentre fullejava La Revista Española no deixava de pensar en aquella darrera frase de la cosina: "si no els escoltes, mai no podràs tocar aquesta música de bellesa tan lliure i sorprenent". Sorprenent, lliure, caram! Estava fora de joc. De fet, llegia aquell article sense assabentar-se ben bé del que deia: "Otra prueba de que es cosa buena la policía es su existencia, no sólo en Roma y en Portugal, sino también en Austria; y sobre todo, en la parte de Italia sujeta a aquel Imperio, donde es delito a los ojos de la policía haber a las manos un papel francés. Así son los italianos tan felices, así se hacen lenguas del emperador de Austria. Óigase otro ejemplo. Ahí está la Polonia, que debe su actual felicidad –¡vaya si es feliz!– a la policía rusa. Que la policía es, pues, una institución liberal, se deduce claramente de su existencia en Austria y en Polonia; y si nos venimos más acá, veremos que en Francia la instaló Bonaparte, uno de los amigos más acérrimos de la libertad, y tanto, que él tomó para sí toda la que pudo coger a los pueblos que sujetó; y a España, por fin, la trajo el célebre conquistador del Trocadero el año 23, y fue lo que nos dio en cambio y permuta de la Constitución que se llevó; prueba de que él creía que valía tanto por lo menos la policía como la Constitución". Ah, mira, Polonia, va pensar. Llavors, es va preguntar: ¿aquesta escriptura t'obliga a una nova relació amb el teclat? Va beure un glopet de cassalla mentre passejava els ulls per la pàgina: "Pero ¿a qué más ejemplos? De cuantos liberales han muerto judicialmente asesinados en los diez años, acaso no habrá habido uno que no haya tenido algo que agradecer a esa brillante institución. Ahora bien: continuador el año 35 y heredero universal, como se ha pretendido, de los diez años mal pudiera rehusar herencia tan legítima; así hemos visto a nuestra policía recientemente hacer prodigios en punto a conspiraciones". Que potser no era un poc exagerada la seua cosina? ¿Tanta diferència hauria d'haver entre el passat i aquest present que significava, segons ma cousine, el dia de demà? "Va usted a la policía, y con contar el caso, y con añadir que en la casa tienen pacto con «Isabelinos», y que detrás del «viva de ordenanza» está tapada la anarquía, hace usted prender a su enemigo. ¿Pues no es cosa excelente? Luego, para cualquier carrera se necesita saber algo, suponiendo que no haya favor o parentesco; para médico, por ejemplo, alargar la enfermedad; para abogado, embrollar el asunto; para militar, ir a Vizcaya... para cura, todos sabemos ya lo que se necesita saber, y por ese estilo; pero para ser de policía, basta con no ser sordo". ¿Sord? ¿De què va açò? Estic llegint i no sé què diu, perquè no serà de Beethoven que en parla, no? "Por otra parte, decía un ilustre amigo nuestro que la España se había dividido siempre en dos clases: gentes que prenden y gentes que son prendidas; admitida esta distinción, no se necesita preguntar si es cosa buena la policía". Ah, policia. Ah, España. I ara Amèrica i Anglaterra. A veure si puc centrar-me, perquè ma cousine m'ha deixat astorat: "En los Estados Unidos y en Inglaterra no hay esta policía política; pero sabido es en primer lugar el desorden de ideas que reina en aquellos países; allí puede uno tener la opinión que le dé la gana; por otra parte, la libertad mal entendida tiene sus extremos, y nosotros, leyendo en el gran libro abierto de las revoluciones, como ha dicho muy bien otro orador, debemos aprender algo en él, y no seguir las mismas huellas de los países demasiado libres, porque vendríamos a parar al mismo estado de prosperidad que aquellas dos naciones. La riqueza vicia al hombre, y la prosperidad le hace orgulloso por más que digan". Garçon, un autre… Com diu, senyor?... Un altre, per favor, doble… Ah, mira una draisina, quina extravagància, això sí que no té futur, el fuster tenia que ser, clar com que se l'ha feta ell. "Probada, pues, hasta la evidencia la bondad de la policía, ¿cómo pudiéramos no agregarnos al voto de los 50 señores procuradores que han perdido la última votación? Poco vale por cierto nuestra opinión; no somos desgraciadamente ni procuradores ni inviolables, pero en cambio tendremos policía por lo menos; pagaremos en compañía de nuestros compatriotas ocho millones para que nos averigüen nuestras conversaciones, nuestros pensamientos, nuestros... y si algún día la policía nos prende, como es probable, por anarquistas, exclamaremos con justo entusiasmo: «¡Buena cárcel nos mamamos! ¡Pero buen dinero nos cuesta!». Bah!, què exagerat és aquest Larra, ja sembla ma cousine: lliure i sorprenent bellesa, diu.