Tenía mi amigo que arreglar sus papeles, y fue preciso acompañarle
a una oficina de Policía.
¡Aquí verá usted -le dije- otra amabilidad y otra finura!
La puerta estaba abierta y naturalmente nos entrábamos; pero no
habíamos andado cuatro pasos, cuando una especie de portero vino a nosotros
gritándonos:
-¡Eh! ¡Hombre! ¿Adónde va usted? Fuera.
«Éste es pariente del calesero», dije yo para mí; salímonos fuera,
y, sin embargo, esperamos el turno.
-Vamos, adentro; ¿qué hacen ustedes ahí parados? -dijo de allí a
un rato, para darnos a entender que ya podíamos entrar; entramos, saludamos,
nos miraron dos oficinistas de arriba abajo, no creyeron que debían contestar
al saludo, se pidieron mutuamente papel y tabaco, echaron un cigarro de papel,
nos volvieron la espalda, y a una indicación mía para que nos despachasen en
atención a que el Estado no les pagaba para fumar, sino para despachar los
negocios:
-Tenga usted paciencia -respondió uno-, que aquí no estamos para
servir a usted.
-A ver -añadió dentro de un rato-, venga eso -y cogió el pasaporte
y lo miró-: ¿Y usted quién es?
-El amigo del señor.
-¿Y el señor? Algún francés de estos que vienen a sacarnos los
cuartos
-Tenga usted la bondad de prescindir de insultos, y ver si está
ese papel en regla.
-Ya le he dicho a usted que no sea usted insolente si no quiere
usted ir a la cárcel.
Brincaba mi extranjero, y yo le veía dispuesto a hacer un
disparate.
-Amigo -le dije-, aquí no hay más remedio que tener paciencia.
-¿Y qué nos han de hacer?
-Mucho y malo.
-Será injusto.
-¡Buena cuenta!
Logré por fin contenerle.
-Pues ahora no se le despacha a usted; vuelva usted mañana.
-¿Volver?
-Vuelva usted, y calle usted.
-Vaya usted con Dios.
Yo no me atrevía a mirar a la cara a mi amigo.
-¿Quién es ese señor tan altanero -me dijo al bajar la escalera- y
tan fino y tan...? ¿Es algún príncipe?
-Es un escribiente que se cree la justicia y el primer personaje
de la nación: como está empleado, se cree dispensado de tener crianza...
-¿Y aquí tiene todo el mundo esos mismos modales según voy viendo?
-¡Oh!, no; es casualidad.
-C’est drôle -iba
diciendo mi amigo, y yo diciendo:
-¿Entre qué gentes estamos?
(Larra, "Entre qué gentes estamos", 1835)
Hola, bon
dia… El funcionari segueix fullejant els papers que té al davant com si més
enllà de la tauleta on seu no hagués ningú parlant-li: Sí, bon dia, veníem… Oye!, -el funcionari li parla a la porta
oberta que és al seu darrere, un poc a la dreta- quién
organiza lo del sábado?... ¿Por qué? -li contesta la porta-… Por qué va a ser?. Yo, tonterías las menos. Ya me
conoces… Per favor, ¿pot atendre'ns?, és molt senzill, mire… Qué dices? Pues si esas tenemos, vamos listos. Hay
que estar cubierto, no me jodas -li etziba a la porta, davant el seu
silenci… Mire, el meu amic és
estranger… ¿A
qué vienen tantas dudas? Nadie te obliga… -li retreu la porta. Pero vosotros ya sabéis que la cosa no es legal… Y
quién va a buscarnos las vueltas. Si vamos con caretas y too... Ya, pero no sé,
la verdad. Perdone, el meu amic voldria
saber si el seu passaport… I per primera volta des que ha començat l'escena, el funcionari li dirigeix una mirada meitat revista militar meitat fastig: Caballero, mi no entender -li desafia… Com que no m'entén? Doncs la seua obligació… Caballero, insolencias ni una, a ver si acabamos
mal… L'amic sí que no entén res. Vuelva
usted mañana, caballero, que igual está el intérprete… Huy, sí, el intérprete
-fa eco la porta. Que c'est drôle -riu
l'amic... Ui, sí, divertidíssim. Anem-se'm. Entre quines gents que hi som, amic
meu. (Una de tantes True Story, 2020)
Cert, Vicicle, i coses pitjors, ja saps. Ara la PN s'ha compromés a tenir algú que entenga l'idioma dels indis, però ja veuràs com se les arreglen per passar-s'ho per on jo et diré. Salut (i paciència, quin remei!).
ResponEliminaSegur, Manel. Quan demanem per ell, què ens diran: "ni está ni se le espera"? Salut.
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