dimarts, 4 d’octubre del 2011

Carta a un cronopio en París


"…y que la novela abierta sobre la mesa eche a andar otra vez en la bicicleta de nuestros anteojos" (J. Cortázar, Manual de instrucciones)

Querido Julio,

cuánto tiempo. Me siento obligado, por respeto y cariño hacia ti, a confesarte la debilidad en que caí el otro día. Sé que eres tan generoso que posiblemente llegue a extrañarte lo que ahora te cuento, pero lo cortés no quita lo valiente. Julio, reconozco públicamente que tomé prestado tu Manual de instrucciones, del que copié, sin tu permiso, parte de las Instrucciones para subir una escalera. Debería haberte consultado antes, lo sé, y más conociendo bien que no te negarías, pero la prisa es mala consejera. Lo siento. El mal ya está hecho. Me pongo a tu disposición para lo que creas conveniente hacer o deshacer. Y es que la bicicleta no me deja pensar con sensatez, ya sabes. Dicho esto, permíteme te pida otro favor, en realidad consejo, en algo que sólo tú podrás entender sin necesidad de darte explicaciones previas. Hace tiempo que vengo dándole vueltas a un asunto delicado -sensible, sin duda- en cualquier ámbito donde se trate. Creo no exagerar. Un asunto que dentro del mundo ciclista podría caer como una bomba de neutrones. Y que yo sepa, nadie hasta el momento ha querido, sabido o atrevido a tocar. Pero que seguir demorando podría traer consecuencias indeseables. Sé que invadiremos intimidades sin previo aviso, y que más de uno pondrá el grito en el cielo -dónde, si no- pero hay que tener coraje, como tú mismo me dijiste más de una vez, para ver las cosas del otro lado. Bien, ahí va. La pregunta, querido Julio, es doble: ¿tienen sexo las bicicletas? ¿Y en caso de que así sea, cómo averiguar su género? ¿Puedes comprender mi preocupación? ¿Compartir el alcance de mis cavilaciones? Seguro que sí. Pondría la mano en el fuego. Todos los fuegos el fuego. Espero tu consejo, tus alumbramientos, seguro de no tener que aguantar la retahíla de observaciones banales sobre la diferencia entre cosas y personas en una sociedad que las confunde continuamente y que trata a las segundas, las personas, como a las primeras, las cosas, y donde todo son problemas con su viceversa cuando lo planteas. Centraría la cuestión en las posibilidades objetivas de demostrar o, mejor, mostrar, la sexualidad de estos maravillosos seres. Me dirás, y con razón, que deberíamos comprobar de antemano su naturaleza sexual, no fueran a ser caso de entes asexuados -no neutros, que es otra opción no totalmente descartada aún. Claro, y lo primero que nos viene a todos a la cabeza es el famoso debate sobre el sexo de los ángeles, aún pendiente de conclusiones, y que a buen seguro nos sería de gran ayuda en nuestras pesquisas de haber sido tratado convenientemente. ¿Tienen sexo los ángeles? ¿Y en caso afirmativo, son chicos o chicas o las dos cosas a la vez? A mí me parece, y me atrevería a decir que estás conmigo, que problemas teológicos de tal envergadura -nunca mejor dicho; gracias, María- no deberían haberse dejado en el limbo. Entre otras razones de importancia, porque mientras debatían dicha cuestión no podían, al mismo tiempo, convertirse en demonios, como sí les pasó a los ángeles y a los discutidores, si me permites este término algo forzado. Pero la historia la escriben las Academias, y se zanjó la tensión catecúmena con una frivolidad de espanto: "eso es como discutir el sexo de los ángeles"… ¿Sí?, pues hagámoslo. Que muchas injusticias se están haciendo pasar por el sexo de los ángeles. Pero nos estamos alejando del tema, perdona Julio. Tengo el convencimiento que las bicicletas están sexuadas, pero sus órganos reproductivos permanecen ocultos, como sucede en algunas especies de todos conocidas y que prefiero no nombrar para no herir susceptibilidades. De ahí, que no podamos mostrar públicamente y con facilidad sus atributos sexuales. Lo que significaría una prueba irrefutable, incontestable. A día de hoy, sin embargo, conociendo como conozco la anatomía de la bicicleta -mejor incluso que la palma de mi mano, que a veces me sorprende- no acabo de precisar el lugar exacto dónde hacer una exploración a fondo, ya que la anamnesis queda en principio descartada. Sobre este último punto, y perdona el inciso, queda por dilucidar el siempre irritante asunto de la lengua de las bicicletas, que en un futuro no muy lejano intentaré abordar. Continúo, Julio. Hubo un tiempo en que los frenos, dada su capacidad represora, opresora, debieron estar relacionados más o menos directamente con estos órganos tan peculiares. Fíjate, Julio, en el detalle del necesario cambio de gomas si queremos que sigan siendo efectivos, y evitar la sorpresa en forma de fuerte inflamación tras la caída. Tú, ya me entiendes. Pero acabé desechando la idea al comprobar que bajo la lluvia, en mojado, prácticamente dejan de funcionar. Cualidad, esta última, la lubricidad, propia de la mecánica sexual. Desalentado, llegué a creer, por un breve espacio de tiempo, que la tubería de alguna forma u otra debía conducirme a encontrar la presencia del sexo masculino, así como las ruedas lo podían hacer del femenino, pero me pareció tan tópico. No era posible que las bicicletas hubieran caído en tal vulgaridad. No pueden ser tan poco imaginativas. De los engranajes en general, prefiero no hablar. Si el sexo se relaciona con cadenas, dientes metálicos, ruedas rodando a la velocidad de cuchillos escondidos, mejor dejarlo estar, no estoy preparado para aceptar en la bicicleta estas deviaciones enfermizas, patológicas. Querido Julio, como puedes comprobar, estoy desconcertado. No llego a ver lo que conozco, lo que sé que existe. Y lo digo taxativamente, con tal seguridad, porque cuando subo a un bicicleta, de una forma u otra, acabo vomitando un conejito blanco… "como un poema en los primeros minutos, el fruto de una noche de Idumea: tan de uno que uno mismo…"(1) Julio, son tus propias palabras. Verdad que no son imaginaciones mías? Esperando impaciente tu misiva, se despiden de ti los conejitos y tu fiel servidor,

Vicicle

(1) Carta a una señorita en París, J. Cortázar

8 comentaris:

  1. muy bueno el post,enhorabuena!!!beset

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  2. Excel·lents apunts, aquest i l'anterior.

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  3. Concha, gràcies. Els cronopios sempre ajuden. Un bes

    Jpmerch, moltes gràcies. Cortàzar és molt bona inspiració.

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  4. Molt bo l’apunt i les reflexions d’en Cortazar.
    Estic ben segur que les bicicletes tenen sexe, que els confereix el seu usuari, doncs se’m fa difícil capir l’eina separada de qui pedaleja i sovint es veuen ciclistes de sexe femení, de molt bon veure, talment com també es veuen ardits mascles pedalejant esforçats.
    Al magatzem, a la botiga o al taller, a l’acera, sense l’ànima de la força humana, semblen andròmines asexuades i abandonades...
    Salut.

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  5. Acabo d'entendre perquè no m'acabo d'avenir amb les meues dues bicicletes. No pas pel sexe, sinó per la personalitat. Seguiré buscant ;)

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  6. Ramon, m'agrada molt el que dius: el "que els confereix el seu usuari", si no "andròmines asexuades i abandonades". Salut.

    Clidice, planteges una vessant del problema que jo diria crucial: la personalitat de cadascuna de les bicicletes que conviuen amb nosaltres. Parla-ho en elles, totes tres plegades. Aneu-se'n de copes, i parleu-lo. Si el que els molesta és la cosa aquesta del peu i el peu, cony que t'ajuden. Estem al món per a fer-nos més agradable la vida, no per a anar donant-nos patiments. :)

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  7. Excel·lent escrit cronopial! mantens un ritme alt de qualitat!

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  8. Gràcies, Elfree. Ritme ciclista en descens suïcida, a tomba oberta. És broma...:)

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