Fotomontaje, Rosa Martín
"¡La hora divina! A las cosas usuales, como a la naturaleza, las he hecho sagradas por no poder vencerlas. Las he revestido con mi alma y con imágenes íntimas o espléndidas. Vivo en un santuario, en medio de un espectáculo. Soy el centro de las cosas y cada una me procura sensaciones y sentimientos magníficos o melancólicos, que disfruto. Ante los ojos tengo visiones espléndidas. Se está bien en esta cama… Me duermo.” Marcel Proust
Para RosaS'il est vrai, Chloris, que tu m'aimes,
Mais j'entends, que tu m'aimes bien,
Je ne crois pas que les rois mêmes
Aient un bonheur pareil au mien.
Que la mort serait importune
De venir changer ma fortune
A la félicité des cieux!
Tout ce qu'on dit de l'ambroisie
Ne touche point ma fantaisie
Au prix des grâces de tes yeux.
Th. de Viau
La memoria es un jugador tramposo, valga la redundancia. Tiene los cuatro ases en la manga. El olvido, la belleza, la fábula y la nostalgia. No resulta difícil, por tanto, halagar regalando recuerdos. Pero no se los pidas, los recuerdos, a los Reyes Magos, que de tales delicadezas no entienden. Sólo conocen el Recuerdo de… seguido del nombre de un lugar escarnecido y desconocido. No saben que los recuerdos son ciudades dormidas cuyo orden particular, fundacional, conviene no alterar en su esencia. Por ejemplo, la joven de boina azul que conocí entre los versos lluviosos de un París oceánico. La carta de un amor incomprendido reposando esperanzada en la mesilla de noche. La hora divina… Ah, la hora divina. Estamos en 1916. Y leo los versos de Théophile de Viau, poeta de principios del S. XVII, que se reía con las ocurrencias de Descartes. Ahora soy un libertino que recorro el lodazal de los caminos de Francia con una troupe de mentirosos que dicen verdades: los cómicos. Llego a París en 1615, escandalizo a los mojigatos y halago, claro, a los señores. Les regalo recuerdos de amores no vividos, y caigo rendido frente al Señor de Barreaux, mi Chloris. No me lo perdonarán. Dos veces quisieron quemarme en la plaza por irreligioso, cuando nunca rimé la religión en mis versos. Ya veis, paseo por un París no visto. Paseo este París de las ausencias. De la Rue de l'Absinthe donde todo pudo no haber sucedido y donde todo no pudo dejar de ocurrir. Y ahora, en plena primera guerra mundial, los versos de Viau me permiten cantar a mi Chloris sin levantar sospechas. Porque católicos y hugonotes cubrieron la ciudad de una hipocresía compartida, omnipresente y negada con la obstinación que tienen las piedras fundacionales en negar tres veces las evidencias, y cuyo orden tan exclusivo conviene no provocar. Y como quisiera que esta canción fuera aquella melodía que besase tus pensamientos, Chloris, deja que el roce de un recuerdo, el Aria, nos acompañe en momento tan especial. Pero yo, que paseo París con mi bicicleta bajo el brazo, no sé de todo aquello qué quedó. De pronto, han pasado casi cien años. Recién ha llegado el 2012, y sólo me queda la memoria de un ignoto París. El olvido disimula sus tristezas, sus desencuentros, los desengaños y pasiones no dichas: los celos. La belleza interpreta aquel presente en una oración escrita o rezada, en una soledad sonora: la música. La fábula camina en el tiempo con la suavidad del amor compartido: la bicicleta. Y la nostalgia vulnera la soberbia de los que creen en el prestigio del presente: los sueños. No creo que ni los propios reyes posean una felicidad semejante a la mía donde el olvido disimula los celos, la belleza interpreta su música, la fábula camina en bicicleta y la nostalgia vulnera los sueños. Qué maravillosa trampa.
Si es verdad, Chloris, que me amas,
Y he oído, que bien me quieres,
No creo que ni los propios reyes
Posean una felicidad semejante a la mía.
¡Que la muerte sería inoportuna
Si viniera a cambiar mi fortuna
Por la felicidad de los cielos!
Todo cuanto dicen de la ambrosía
no impresiona a mi fantasía
ante la recompensa de tu mirada.
un regal preciós, Vicicle, aquest escrit!
ResponEliminaGràcies, Begonya. La música d'en Hahn és preciosa i ajuda molt. Un bes.
ResponEliminaMolt bó el post ,preciós.Enhorabona i beset!!!
ResponEliminaCuantas joyas!
ResponEliminaUn bon regal ple de perles arreu i picades d'ullet històriques literàries .....molta felicitat i molt bon escrit vicicle!
ResponEliminaGràcies, Concha. els nostres particulars Reis mai no ens fallaran. Un bes.
ResponEliminaLa canción de Hahn es preciosa -con muchos parecidos razonables, por cierto- y los versos de Viau también. Dejarse guiar por ellos de la mano de Marcel ya es más sencillo. Gracias, José Luis.
Elfree, ja estem feliços si us agrada. Molta felicitat també per a tu. Un petó.
Coneixia (però no havia descobert) el parecido más que razonable d'aquesta preciositat amb l’ària famosa, però cap altre més. Una ajudeta?
ResponEliminaJosé Luis, el començament de la cançó és tot un homenatge a un lied de Mozart que és diu An Chloë i que té el mateix motiu melòdic inicial, per cert un lied molt schubertià :). Ací, un enllaç: http://youtu.be/uxVSxhatG44 D'altra banda, alguns del girs melòdics recorden al diví Haendel. Una delícia de cançó, sens dubte.
ResponEliminaCosta de veure, es curiós quant canvía amb l’alentiment. Veurem que m'invento per vendre aquets parecidos a la meva botiga :-) Amb el teu permís...
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