dimarts, 16 de juliol del 2013

Tu niña


Distinguido Mariano:

dispense mi atrevimiento al dirigirme a usted sin previa presentación, aunque tuve la ocasión, bendita ocasión, de estrechar su mano. Pero es el caso, que por más que indago entre mis amistades (Cotino, Camps, Blasco, los Costa, la Cospe, la Espe y un largo etcétera) alguien que le conozca con la suficiente confianza para llevar a buen fin esta misión, no hallo la oportunidad. De manera que he decidido escribirle para tener el placer de comunicarme con usted y suplicarle me conceda un deseo, del cual dependerá mi felicidad y el porvenir de los dos. Le advierto, distinguido Mariano, que mis intenciones son honradas. Este propósito nació en mí desde el mismo instante en que le vi por primera vez en la pantalla de plasma, por cierto que iba usted muy bien acompañado. Luego supe que era Santa Rita, Santa Rita, lo que se da ya no se quita. Nunca en la vida creí pasar por un momento tan amargo como el presente. Siempre seré con usted una niña leal que le escribirá con el corazón en la mano, y que no ambiciona otra cosa que hacer su felicidad. Indudablemente le ha faltado el valor para ser sincero como lo hubiera sido yo en el caso de haber pasado por una situación como la que tú (permíteme en adelante este tuteo, que no es sino muestra de mi sincero afecto y cercanía en los difíciles momentos que sólo los más aviesos pueden vivir desde el gozo más inmundo) como la que tú, decía, atraviesas. Porque en la sinceridad está la futura albricia de nuestra felicidad. Di la verdad. Confiésate ante el mundo. Haz como yo, coge una hoja de tu "Querido Diario", arráncala, es un muy pequeño sacrificio frente a todo el bien que nos reportará, y escribe en él: "Socorro, estoy secuestrado". Cuando vayas en el coche oficial, pégalo a la ventanilla. Ten por seguro que alguien lo verá, un guardia civil fuera de servicio, un ciclista en servicio, un guardia civil ciclista, un ciclista civil en guardia, un civil sin guardia de ciclistas… Quién sabe. Y todos comprenderán tus silencios, tus ya tal, tus SMS. Hazlo por mí, por ti, por nosotros, o es que ya no me quieres y no disimulas tu desamor? No procedas de esa manera con una niña que fue a estrecharte la mano con el más vivo afán. No te figures que, por haber sido demasiado débil contigo, he de acceder ahora a todas las humillaciones que me ocasiones. Soy tu niña, no lo olvides. Si es tu deseo, te devuelvo tu mano, la mano que meció mi cuna, y puedes hacer con ella cuanto te plazca, sobre todo eso, lo que te plazca; el amor es una cosa demasiado sagrada y lo he sentido hacia ti y con demasiada intensidad para poder olvidar. Cómo han caído las lágrimas de mis ojos enrojecidos imaginando los SMS que yo tanto hubiera deseado y que nunca tendré:

-Hola, distinguido Mariano, soy tu niña, la de la mano…
-…
-¿Cómo estás?...
-…
-Yo bien, gracias. ¿Y Luis, ha dejado de reírse?
-…
-Oh, sí! Muy guasón…
-…
-Sí, es un chiquillo… y no tiene en qué pensar…
-…
-Bueno, quiero decir que nada le inquieta. ¿Y a ti?
-…
-¿A mí? Ya lo sabes…
-…
-¿Que no lo sabes?...
-…
-Vamos, no te hagas el nuevo…
-…
-Serías el primer Mariano que no lo comprendiera…
-…
-Mira, distinguido, tan enterado como yo y como todo el mundo…
-…
-¿De qué va a ser? De que te quiero. Sí, de que te quiero oír cómo respondes cualquier pregunta, incluso las no pactadas. Diles la verdad. Háblales de tu secuestro…
-…
-No, nada de sopetón. De algún modo tendrás que decirlo…
-…
-Cómo! ¿Que ya te vas? Cuánta prisa!...
-…
-Entonces hasta nunca…
-…
-¿Esta tarde?...
-…
-Sí podrás, ya lo creo que podrás…
-…
-Nada de trabajo… lo dejas todo…
-…
-Bueno, si para ti es más interesante que yo…
-...

Ya ves, estos son mis imaginados, mis soñados, SMS. Un Mariano tan distinguido como tú, no puede dejar sufrir por más tiempo a esta su rendida admiradora que te besa las barbas,

Tu niña

P.D. Agradezco públicamente la impagable ayuda que me ha supuesto el manual de epistolario amoroso Diversas maneras de declarar el amor de la señorita (sic) Margarita Pinós.

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